2)
Responsabilidad social:
Responsabilidad Social, como concepto refiere
a nuestras acciones específicamente a la responsabilidad que debemos asumir por
los resultados de estas, o sea el impacto que generan nuestras actividades y
decisiones (personales y profesionales) en el contexto social. Entre otras
dimensiones que se abordan, aquí nos centraremos en la responsabilidad ante la
ley, los derechos humanos, el medio ambiente, las generaciones futuras, la
organización en la que se trabaja y la profesión.
Para la Publicidad la Responsabilidad Social y la Ética Profesional no sólo son importantes
desde sus conceptos, sino sobre todo desde su práctica. No existe Responsabilidad Social Publicitaria o Responsabilidad Social Empresarial sin el cumplimiento
de las responsabilidades sociales, ni la práctica concreta de la ética
Profesional de los actores organizacionales.
A diferencia
de las Relaciones
Públicas, la Publicidad
se ha ganado
un espacio en la
sociedad. Tanto para la opinión pública como en
las empresas es necesaria. Esta validación social ha ido de la mano con
la profesionalización de la actividad publicitaria. Hace unos
años no se estudiaba para
ser Publicista: simplemente
se era. Para
ello se requería una gran dosis
de creatividad, talento y mucho interés. Se trataba entonces de una
Publicidad bastante “artesanal”,
que contaba además
con muy pocos
recursos técnicos. Hoy, la
Publicidad se ha
profesionalizado y, prácticamente, el
100% de los
Publicistas tienen estudios. Detrás de la más simple o la más
sofisticada de las campañas, hay una serie de estudios y técnicas puestas en
juego. Hoy nada se deja al azar, nada se improvisa.
Según el texto ética de la publicidad;
“La publicidad se ha convertido en un principio de
organización de la sociedad entera entorno a la institución empresa”.
“La publicidad es hoy
la mas omnipotente forma de comunicación”
Uno de los principios fundamentales que deben tener presente
las personas dedicadas a la publicidad, o mejor dicho los publicitarios, es la
responsabilidad frente a las estrategias que incitan a la gente a un
comportamiento determinado.
Esta responsabilidad debe ser compartida por editores,
ejecutivos de la radio y televisión, y otros en el mundo de las comunicaciones,
así como por quienes aprueban políticas comerciales, y todos aquellos que están
medidos en el proceso de la publicidad.
Para
atreverse a confiar, para dar el paso entre tener buenas razones y actuar en
consecuencia, hace falta algo más que una declaración de buenas intenciones. De
hecho, la proliferación actual de la palabra “ética” en todo foro, política o
consultoría, está provocando ya cierta desconfianza. Es más, el marco normativo
definido por el principio que acabamos de introducir es sólo un horizonte de
actuación, una idea que define el sentido de la empresa, un punto de referencia
por así decirlo. De ahí que toda adopción de medidas que den cumplimiento de la
responsabilidad social y ecológica exija que la empresa sea capaz, en cada
situación concreta, de hacer públicos los esfuerzos realizados. La exigencia
del diálogo y el acuerdo siguen estando ahí, pero en cada caso concreto se
convierten en una fuente desde la que aportar razones que justifiquen la
posición adoptada por la empresa, por ejemplo en la determinación de los grupos que la componen.
Con esta idea trabajan las teorías del diseño institucional al remitir la
capacidad de producir confianza, a este “potencial de auto fundamentación
discursiva”34 Lo decisivo para hablar de una empresa responsable es que ésta
demuestre los pasos que está dando para conducir su gestión hacia este modelo
de empresa que tiene en la participación, en el diálogo y en el posible acuerdo
sus puntos de apoyo. Esta capacidad de justificación forma parte ya del
contrato moral en el que se apoya la credibilidad de la empresa, esto es, de su
responsabilidad. No se trata sólo de una
disposición a la sinceridad, sino de que esta disposición adquiera el rango de
un compromiso público. Este es el único camino para que la responsabilidad sea
capaz de convertirse en un activo empresarial, en un recurso clave para la
generación de confianza. Este planteamiento de la justificación pública no es
ningún “invento” reciente. Al igual que una persona digna de confianza es
alguien que se expone a sí mismo a un continuo y escrupuloso examen por parte
de los demás, lo mismo ocurre con las instituciones. La propuesta de utilizar la
transparencia para mostrar la buena voluntad fue sistematizada por primera vez
por Kant como un principio de publicidad, entendido como la exigencia de “hacer
público”, de dar publicidad para que estén enterados todos los posibles
implicados y/o afectados. Se trata de preguntarse si podría hacer lo que hago
si los motivos que subyacen a mi decisión fueran de dominio público. De forma
negativa, este principio dice: “Son injustas todas las acciones que se refieren
al derecho de otros hombres cuyos principios no soportan ser publicados.” 35Un
modelo de empresa que quiera responder de esta relación entre responsabilidad,
publicidad y confianza, se regiría por
los siguientes directrices:
• Aceptación pública del principio ético de
gestión, del diálogo y posterior acuerdo entre todas las partes implicadas,
como marco general para definir la responsabilidad corporativa.
• Elaboración desde este principio rector de un
mapa de los grupos implicados y de sus intereses, esto es, una definición
abierta a la revisión y a la crítica de las expectativas y obligaciones en juego.
• Definición de los mecanismos de participación
y diálogo, así como de comunicación y transparencia que permita la intervención
igual de todos los afectados en la toma de decisiones.
• Publicación de los diferentes compromisos que
la empresa asume ante todos los intereses en juego como paso previo para el
diálogo y posterior acuerdo.
Sólo
desde estas condiciones es posible
hablar de la responsabilidad como un recurso moral y evitar la crítica de
instrumentalización y de engaño. La acción hipócrita no resiste esta exigencia
de publicidad. Al contrario, una empresa que se apoye en estos principios ha
roto la desconfianza y proporciona el
sentido suficiente para motivar el respaldo a la empresa y la confianza en sus decisiones y políticas.
Desde esta interpretación del principio de publicidad no es nada atrevido
sintetizar la relación entre la confianza y el diálogo en forma de un axioma
que nos muestre el carácter público de la apuesta de la empresa por el diálogo
y el acuerdo. Sería el siguiente: la confianza es directamente proporcional a
la capacidad de las empresas para hacer públicas y justificar discursivamente
sus acciones, estrategias y políticas. En definitiva, de hacer pública su responsabilidad.
la
Responsabilidad Social de la Empresa que comentábamos al principio de este
artículo camina en la misma dirección. La Comisión Europea reconoce que la
incorporación de la responsabilidad social a la empresa varía en función de las
capacidades de cada empresa, de los con textos culturales y, lo más importante,
de los “espacios de libertad” como aquí los hemos llamado. Pero en este amplio
espectro de posibilidades que supone la
experiencia dada en la integración de la ética en la empresa encontramos
siempre un hilo conductor. Textualmente: “En un primer momento, las empresas
tienden a adoptar una declaración de principios, un código de conducta o un
manifiesto donde señalan sus objetivos y valores fundamentales, así como sus
responsabilidades hacia sus interlocutores. A continuación, estos valores han
de traducirse en medidas en toda la empresa, desde las estrategias a las
decisiones cotidianas. Esto les obliga a añadir una dimensión social y
ecológica a sus planes y presupuestos, evaluar los resultados en estos ámbitos,
crear “comités consultivos locales”, realizar auditorías sociales o
medioambientales y establecer programas de formación continua”36
En el texto reconocemos tres pasos fundamentales que dan
razón del carácter público que necesariamente requiere la responsabilidad
entendida como un recurso moral. Siguiendo estas sugerencias, un sistema
integrado de gestión de la ética en la empresa debería contar al menos con tres
elementos básicos.
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